Un viejo dicho gaélico capta muy bien esta idea:
“Dios da golpes certeros con varas torcidas”.
Cuando nos detenemos y examinamos este proverbio, se hace patente una serie de verdades sutiles:
- Es Dios y no yo quien decide si la vara es un instrumento conveniente para Su propósito.
- La mano de Dios es lo suficientemente grande para sostener la vara.
- En sus manos la vara torcida llega a ser un instrumento útil.
- Dios sabe qué impacto tendrá la vara y cuánto resistirá sin doblarse.
- La vara no es perfecta. El objetivo de Dios, sí.
- La vara no tiene poder ni propósito en sí misma.
- La vara debe estar disponible para que Dios la utilice.
- Si la vara no se rinde a Dios, podría frustrar Su plan perfecto.
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